Me embriagué de aquel vino de miel
del capullo lunar de zarzarrosa,
que recogen las hadas en copas de jacinto:
los lirones, murciélagos y topos
duermen entre los muros o en la hierba,
en el patio desierto y triste del castillo;
cuando el vino derraman en la tierra de estío
o en medio del rocío se elevan sus
vapores, de alegría se colman sus venturosos sueños y,
dormidos, murmuran su alborozo; pues pocas
son las hadas que llevan tan nuevos esos cálices.
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