viernes, 30 de agosto de 2013

Emanuel Geibel-Días soleados de otoño



"Saluda con placer el soleado día de otoño
la herida dolorosa que impulsa al alma. Cada
decolaración es silencio, crecimiento y muerte.
Las flores que se entretejen son un símbolo
del cáliz de lo eterno, un mundo oculto,
en ciernes y secreto"

Recuerdos de Jane Austen

Charles Dickens-La pequeña Dorrit

"He vivido en todas partes y siempre como corresponde a un caballero. Era pobre, es cierto, pero mi boda fue para mí algo así como si me rebajara. Me casé con la viuda de un posadero a los pocos meses de llegar a Marsella, de eso hace ya dos años y fue ya tarde como me di cuenta de que nuestros caracteres no congeniaban. Ella tenía dinero y eso fue motivo de algunas discusiones. Cada vez que necesitaba una pequeña cantidad se producía una pelea en nuestro hogar. Hizo una pasusa breve y continuó:
-Una tarde, mi esposa y yo nos paseábamos como dos buenos amigos por el acantilado que domina el mar y ella tuvo la desdichada idea de aludir a sus parientes. Debo añadir que sus parientes eran unos indeseables que siempre la estaban excitando contra mí. Intenté razonar con ella y le reproché que se dejara influenciar en contra de su esposo. La señora Rigaud replicó airadamente. Yo también. Ella se acaloró y yo me acaloré también y la insulté. Reconozco que le dije unas cuantas cosas bastantes irritantes. Finalmente, la señora Rigaud, en un rapto de furor que no dejará nunca de deplorar, se lanzó contra mí lanzando gritos de rabia, me rasgó el traje, me arrancó algunos cabellos y finalmente se lanzó al vacío, creyendo sin duda que lo hacía contra mí. Por desgracia se destrozó el cráneo contra las rocas del fonde del acantilado. Esta es la serie de hechos que la calumnia ha querido torcer para hacer creer a los jueces que se trata de un intento mío de obligar a la señora Rigaud a renunciar a sus derechos y que según dicen acabó con la violencia ante su negativa. En fin: dicen que la asesiné.
-Es un asunto muy enojoso-exclamó el italiano.
-¿Qué quieres decir?
-¡Están tan cargados de prejuicios los jueces y los tribunales!- añadió con prudencia Cavalleto.
-¡Bueno! -exclamo el otro lanzando un juramento-. Que hagan lo que les venga en gana.
-Es lo que harán, sin duda -murmuró Joh Baptiste en voz baja.
No volvieron a intercambiar más palabras, aunque los dos se pusieron a pasear de un extremo a otro del calabozo, cruzándose constantemente. Poco después, el chirrido de un cerrojo les hizo detenerse.
-Vamos , señor Rigaud, dijo el carcelero-. Tenga la bondad de salir. -Por lo visto me espera ya la gran ceremonia -exclamó el interpelado al ver los guardias que acompañaban al carcelero-. Tengo buena escolta.
Encendió otro cigarrillo, se puso el sombrero y salió del calabozo sin preocuparse más de Cavalleto. Los soldados iban a las órdenes de un oficial bastante grueso que llevaba la espada en la mano. Hizo colocar al señor Rigaud en medio de la patrulla, se puso al frente de la misma y dio la voz de "¡Marchen!". La puerta del calabozo volvio a cerrarse, rechinó la llave y el preso, al darse cuenta de que había quedado a solas, corrió a la ventana esforzándose en no perder detalle hasta que el último soldado desapareció de su vista".

miércoles, 21 de agosto de 2013

Jane Austen-Persuasión

Jane Austen
Persuasión (fragmento)
" Tanto Mr. Elliot como su amigo de Marlborough Buildings, dieron tema de conversación para toda la tarde. ¡Era tan sincero el empeño manifestado por el coronel Wallis de conocerlos y tan vivo el afán que en ello había tenido Mr. Elliot! Hablaron también de Mrs. Wallis, a quien de un momento sólo conocían por referencias, pues, a causa de una indisposición, se hallaba recluida en casa. Mr. Elliot la presentaba como una mujer encantadora y digna de figurar entre las amistades de Camden Place. Sólo esperaban que se restableciera para conocerla personalmente. Sir Walter imaginaba que debía de tratarse de una mujer verdaderamente hermosa. Deseaba conocerla, y daba por sentado que superaría en belleza a las insulsas mujeres con que se cruzaba en las calles de Bath. El pero de esta población era el sinnúmero de caras insignificantes. No quería decir que no hubiese allí mujeres agraciadas, pero sí que el número de feas era desproporcionado. En sus paseos siempre observaba que a una cara hermosa seguían treinta o treinta y cinco adefesios, y recordaba que hallándose una vez en una tienda de Bond Street, habían desfilado ante su vista, una tras otra, ochenta y siete mujeres, sin que entre ellas pudiera registrar un rostro pasable. "

jueves, 15 de agosto de 2013

Fernand Crommelynck- Corine

" Tú tienes veinte años. ¿De qué nostalgias de garras y de terciopelo te sientes atravesada, si te vuelve de entre los años la frescura de tu primer beso? Tu boca entonces no era sino la celada de tu corazón. ¿Te hablaré del inocente amor que está contenido en una frágil forma humana, en un rostro pequeño, en el círculo de un ojo. En toda una región, con sus montañas, sus desfiladeros de sombras y rumores, sus aldeas y villorios, en un continente y en el universo sin contornos, del inocente amor de suerte que felicidades o infelicidades no tienen ya sino un solo o mismo nombre: Arturo, si tú quieres-o España, o Milán... Y que , en mi recuerdo, semejantes o estatuas, mis amantes con nombres de ciudades con nombres de mujer, ésta, maquillada, empolvada, eleve su brisa carnal, mientras que aquélla, lánguida bajo la cortina negra y oro, aviente mi corazón de sus pesados párpados."

Lou Andreas-Salomé (Correspondencia)

Lou Andreas-Salomé
Correspondencia (fragmento)

"
Göttingen, 24 de junio de 1914, miércoles.
Después de dos días de ausencia (para ir a hablar con alguien) estoy de regreso hoy, e íntegramente con tus palabras y a solas con ellas ante este «viraje decisivo» que lo es y sin embargo ya no lo es, pues se preparaba desde hace mucho tiempo, casi realizado ya: tu cuerpo lo sabía, por decirlo así, antes que tú mismo, pero claro, del modo en que los cuerpos pueden saber —con una fidelidad, una rectitud infinitas, de manera que ello debía conducir a un nuevo malentendido con el espíritu por algún tiempo. ¿Sabes en qué podía reconocerse? En los ojos, ellos, que miran, que conquistan la figura única de mil matices que «todavía no había sido amada»; los ojos que querían amar transgredieron el límite que les fue impuesto y (¿te acuerdas de lo que me habías dicho?) los ojos celebraron nupcias en una mirada, no sólo en sentido poético sino, a decir verdad, en el sentido más corporal, hasta la agitación de la sangre, como si en aquellos momentos se hubiese producido mucho más que una simple mirada. (Así fue en el caso de la muchachita que se miraba en tus ojos como en un espejo, mientras se arreglaba; así, en otros casos más personales).Pero, en cuanto a los ojos, abandonados al esfuerzo de su búsqueda, más allá del límite de lo que habitualmente sólo debieran llevar al espíritu, en su ver sólo podían hacerse cada vez más corporales y, en cierto modo, aprovechándose de confusiones con hechos acaecidos (procesos subterráneos que no se realizaban en la superficie del cuerpo, dispuesta hacia lo exterior), solo podían conocer extraños tormentos; pues la «labor del corazón», al contacto con lo que no había sido más que un ver artístico, sólo podía realizarse a partir del fondo más interior. Así fue cómo ocurrió que, por ejemplo, la sangre afluyera a los ojos en forma de congestión, determinando dolorosas presiones; como si este flujo tendiera, por error, a transformar los ojos en órganos genitales, a transformarlos en aquello mismo de lo que proceden los milagros corpóreamente generadores; y sufrían, en la lucha de su sincero esfuerzo, que sólo los conducía a una disensión con el cuerpo, en lugar de procurarle la calma. Hasta que el corazón se puso a latir al ritmo del gran amor en el cual lo exterior y lo interior se unen, el amor que, de repente, se da cuenta de todos sus tesoros y los examina como a las novias.
Lo que hace el amor de este modo es obscuro, grave y magnífico, y se sitúa del lado de la vida; ¡quién osará descubrir sus primeros frutos! Por lo demás tú mismo los vivirás. No sin interrupciones ni dudas, ciertamente. Querido, mi querido viejo Rainer, creo que no debiera escribirlo aquí —por lo demás no hay nada aquí que pueda verdaderamente escribirse—, tengo la impresión de que estamos, en alguna parte, estrechamente el uno al lado del otro (poco más o menos como en Dresde cuando, consultando el indicador, de repente nos entraron ganas de volver a Múnich), apretados el uno contra el otro como niños que se cuchichean mutuamente algo doloroso o tranquilizador.
Y me gustaría seguir escribiendo, decir y seguir diciendo: no porque sepa verdaderamente muchas cosas, sino porque los acentos de tu corazón, esos acentos profundos, nuevos, los percibo en lo más profundo de mi alma (aunque de muy distinto modo que tú por el hecho de que, en cuanto mujer, una se halla enraizada, en cierto modo, en este dominio).
Si tienes que ir a Leipzig, ¿no podríamos, no deberíamos, no querríamos vernos antes, en caso de que tú quisieras, a mitad de camino, a la orilla del Rhin? Lou.
"

martes, 13 de agosto de 2013

Georg Heym -Largas pestañas (Alemania, 1887-1912)



Poeta alemán nacido en Hirschberg, Silesia. Perteneciente a una familia de clase media, mostró durante su niñez y adolescencia un gran rechazo por las manifestaciones convencionales de la sociedad, defendiendo siempre su autonomía  y su criterio. En 1900 se trasladó a Berlín, donde se matriculó sucesivamente en varias escuelas hasta graduarse en Leyes por la Universidad de Würzuburg. Su trabajo poético fundamentado en la naciente escuela expresionista, fue reconocido tardíamente a raíz de la publicación de El Dios de la ciudad y El día eterno en 1910 y 1911. Sus últimas obras, Umbra vitae y Marathon fueron editadas después de su muerte ocurrida en forma accidental, en enero de 1912.

"Ah, tus largas pestañas,
el agua oscura de tus ojos.
Déjame hundirme en ellos,
descender hasta el fondo.

Como baja el minero a la profundidad
y oscila una lámpara muy tenue
sobre la puerta de la mina,
en la umbría pared,

así voy yo bajando
para olvidar sobre tu seno
cuanto arriba  retumba,
día, tormento, resplandor.

Crece unido en los campos,
donde el viento reside, con embriaguez de mieses,
el alto espino delicado
contra el celeste azul.

Dame tu mano,
y deja que creciendo nos unamos,
presa de todo viento,
vuelo de aves solitarias.

que en verano escuchemos
el órgano apagado de las tempestades,
que nos bañemos en la luz de otoño
sobre la orilla de los días azules.

Alguna vez iremos a asomarnos
al borde de un oscuro pozo,
miraremos el fondo del silencio
y buscaremos nuestro amor.

O bien saldremos de la sobra
de los bosques de oro
para entrar, grandes, en algún crepúsculo
que roce tu frente con suavidad.

Divina tristeza,
ala de eterno amor,
alza tu cántaro
y bebe de este sueño.

Una vez alcancemos el final
adonde el mar de manchas amarillas
calladamente invade la bahía
de septiembre,

reposaremos en la casa
donde las flores escasean,
en tanto entre las rocas
tiembla un viento al cantar.

Pero del blanco álamo
que hacia el azul se eleva
cae una hoja ennegrecida
a descansar sobre tu nuca".

Cartas - Jane Austen

lunes, 12 de agosto de 2013

Lily Braun -Las cartas de amor de la marquesa


Lily Braun
Las cartas de amor de la marquesa (fragmento)

" La anciana condesa Laval se acomodaba en su viejo sillón, echándose hacia atrás para hablar con una sonrisa pensativa y serena en sus labios, mirando irónicamente a su hija Delphine, la cual se ruborizó, ya sea por enojo, ya sea por vergüenza para permanecer en delicado silencio el resto de la velada. Quedó a solar con una de sus nietas, por lo que no tuvo que excitar su voluntad con largas oraciones. Creía poseer en su ancianidad la fórmula mágica para cautivar los corazones y un espíritu rococó-mitad dios del amor, mitad fauno-que entonaba canciones de pastoreo y épicas, mientras su rizada cabeza canosa bullía tormentosamente el contenido de su historia. Sentía que su vida se había ido desvaneciendo con sonidos ahogados a lo largo de duros inviernos de nieve blanda a los pies de los Vosgos. "

Walter Scott



Escritor, poeta y editor escocés, Walter Scott fue una de las principales figuras del movimiento romántico en Gran Bretaña, cuyas novelas históricas, en las que se le considera un verdadero pionero del género, se hicieron famosas en toda Europa.

Tras estudiar derecho en Edimburgo, Scott comenzó a escribir recopilando leyendas y cuentos escoceses, germen del componente nacionalista que luego imprimiría a sus obras históricas, de corte romántico.

Scott compaginó la escritura con su trabajo de abogado y hasta montó una pequeña editorial en la que publicó sus poemarios, versos que le dieron sus primeros momentos de fama, aunque la crítica restó importancia a estos trabajos en comparación con su narrativa posterior.

Las obras históricas de Scott se iniciaron con la publicación de Waverley (1814) y Rob Roy, pero fue con una de sus obras más conocidas, Ivanhoe (1819) con la que alcanzó un mayor éxito que le llevó a escribir no sólo sobre Escocia o Inglaterra sino sobre otros países como la Francia de los Luises. Sin embargo, Scott mantuvo su identidad como novelista en secreto para que no interfiriera en su carrera como poeta, algo que no pudo hacer a partir de 1825, momento en el que su popularidad comenzó a decaer.

La obra de Scott está considerada como una de las más influyentes en el continente europeo y su componente romántico se aprecia en multitud de obras posteriores en distintos países. Sus novelas han sido llevadas al teatro al cine y la televisión en multitud de ocasiones y su figura se alinea con la de los grandes autores de la literatura universal.