lunes, 28 de octubre de 2013

Himno a la belleza intelectual de Percy Shelley



 Himno a la belleza intelectual (fragmento)

"
-I-
La abrumadora sombra de algún Poder no visto
entre nosotros flota, aún sin verse: visita
este variado mundo con alas tan cambiantes
como vientos de estío que van de flor en flor;
como rayo de luna tras la lluvia entre pinos,
visita con mirada inconstante, asomando
a cada corazón humano, a cada rostro;
como las armonías y matices del ocaso,
como nubes dispersas en la luz estelar,
como recuerdo de una música que escapó,
como cuanto podría amarse por su gracia
y aún más por su misterio.

-IV-
Amor, estima propia, esperanza: se van
y vienen como nubes, y en préstamo fugaz
como si el hombre fuera inmortal, poderoso,
tú, la desconocida y temible, en su espíritu
te estableces en firme con tu gloriosa escolta.
¡Oh tú, la mensajera de esos entendimientos
que crecen y descienden en los ojos que se aman,
tú que das alimento al pensamiento humano,
como la oscuridad a una llama que muere!
No te marches de aquí como llegó tu sombra,
no te marches, no sea que vaya a ser la tumba,
como el miedo y la vida, una realidad negra.
"

Nunca dijimos adiós de Mary Elizabeth Coleridge


Nunca dijimos adiós

"
Nunca dijimos adiós, ni siquiera
Nos regalamos una última mirada,
No hubo signos en la cadena helada
Cuando fue rota, cuando desatados descendimos.

Y aquí descansamos juntos, eternamente, lado a lado;
Nuestro hogar fijado de por vida sobre el mármol.
Dos islas que los rugientes océanos
Ya no podrán separar.
"

El Sueño de May de C.S de Adama Van Scheltema



C.S. Adama van Scheltema
El Sueño de Mayo (fragmento)

" Puede verse en primer plano a Mayo andando a lo largo de los cultivos, seguido de una ristra de jóvenes que visten pantalones cortos ajustados de color amarillo y llevan pañuelos rojos anudados al cuello. Las mujeres lucen rosas rojas en los ojales y tras la oreja derecha. En la mano izquierda llevan un racimo verde, sus pies están desnudos. Los jóvenes se encuentran a la izquierda, las muchachas a la derecha. La procesión semeja un arco que gira alrededor de la colina. La mujer deja caer su brazo izquierdo sobre el cuello del hombre, que tiene tomada a la mujer por la cintura. Mayo atesora en su mano izquierda las riendas de color rosa y apunta con su varita frente a él. Mayo. (Cantando, mantiene con firmeza las riendas en un puro ascenso) El rubor rojo de mi sangre se extiende por los bosques florecientes y en ciernes de la desnudez tejí las flamígeras riendas que raudas me suceden. El ardiente encuentro con el amor de la vida me despierta y salgo a su encuentro. Mayo desmonta y el arco de jóvenes y muchachas se desdobla como una guirnalda. "

Germana de Edmond About



Edmond About
Germana (fragmento)

"
La duquesa se levantó como movida por un resorte y corrió hacia su hija; pero ésta no tenía necesidad de apoyo. Besó a su madre y con paso firme y resuelto, el paso de los mártires, avanzó hasta la cama.
Iba vestida de blanco, como Paulina en el quinto acto de Poliuto. Un pálido rayo del sol de enero caía sobre su frente, formando como una aureola. Su rostro sin color parecía una página borrada en la que no se veía brillar más que dos grandes ojos negros. Una masa de cabellos de oro, finos y frondosos, se amontonaban sobre su cabeza. Una hermosa cabellera es el último adorno de los tísicos; la conservan hasta el fin y son enterrados con ella. Sus manos transparentes caían a lo largo del cuerpo y se confundían con los pliegues del vestido. Era tal la delgadez de su persona que se asemejaba a una de esas criaturas celestes que no tienen ninguna de las bellezas ni de las imperfecciones de la mujer. Se sentó familiarmente al borde de la cama, pasó el brazo derecho alrededor del cuello de su padre y le atrajo dulcemente hacia sí. Después designó la silla a Le Bris y le dijo:
-Haga el favor de sentarse, doctor, para que la familia esté completa. No me arrepiento de haber escuchado detrás de las puertas. Yo me temía que no hubiese servido para gran cosa; esta discusión me ha demostrado que aún podría ser útil a los míos. Ustedes son testigos de que no tengo ningún aprecio a la vida y que hace seis meses me he despedido de ella. Así como así este mundo es una bien triste morada para los que no pueden respirar sin sufrir. Mi único disgusto era el de legar a mis padres un porvenir de dolores y de miserias; ahora ya estoy tranquila. Me casaré con el conde de Villanera y adoptaré al hijo de esa señora. Gracias, querido doctor; a usted debemos nuestra salvación. Gracias a usted, el desarreglo de esas gentes devolverá el bienestar a mi excelente padre y la vida a mi noble madre. Mi paso por el mundo no habrá sido inútil. Me quedaba por todo bien el recuerdo de una vida pura y un pobre nombre sin mancha, como el velo de la primera comunión de una niña. Se lo doy todo a mis padres. Le ruego, mamá, que no proteste usted. No se desobedece a los enfermos. ¿Verdad, doctor?
"

El ayudante de Robert Walser



Robert Walser
El ayudante (fragmento)

" Qué viejo había sido ya de joven! ¡Cómo la conciencia de no tener un hogar en ningún sitio había logrado paralizarlo y asfixiarlo interiormente! ¡Qué hermoso era pertenecer a alguien en el odio o en la impaciencia, en el amor o en la melancolía! Un triste entusiasmo se apoderaba de Joseph siempre que desde alguna ventana abierta sentía que el mágico calor de un hogar se reflejaba en él, el solitario, el errante, el apátrida, de pie en medio de la calle fría. "

domingo, 27 de octubre de 2013

Leamos a los Europeos


La ternura de Cyprian Kamil Norwid


La ternura

"
La ternura es como un grito lleno de guerra
y como la corriente murmurante
de los manantiales
y como una marcha fúnebre.

Y como la trenza de rizos de oro
sobre la que el viudo posa
el reloj de plata.
"

Franz Kafka de Max Brod

" Recuerdo una conversación con Kafka a propósito de la Europa contemporánea y de la decadencia de la humanidad, escribió.
"Somos", dijo, "pensamientos nihilísticos, pensamientos suicidas que surgen en la cabeza de Dios."
Ante todo, eso me recordó la imagen del mundo de la Gnosis: Dios como demiurgo malvado con el mundo como su pecado original.
"Oh no", replicó, "Nuestro mundo no es más que un mal humor de Dios, uno de esos malos días."
¿Existe entonces esperanza fuera de esta manifestación del mundo que conocemos?"
El sonrió. "Oh, bastante esperanza, infinita esperanza, sólo que no para nosotros".
"

La historia de la bella Simonetta -Therese Rie



La historia de la bella Simonetta (fragmento)

"
Simonetta permanecía de pie en una terraza de Fiesole y se asomó ligeramente a la calle para ver venir a Giuliano de Medici. Llevaba un vestido de espuma de color, brocado con mangas abiertas y lucía un gran collar de perlas engarzadas. El pelo rubio le caía en rizos regulares a ambos lados del sutil cuello, que reflejaba la dorada luz del abrasador mediodía. Un velo le cubría la cabeza. Estaba extremadamente delgada. Se había alimentado durante semanas casi exclusivamente de forma muy frugal en la Casa Vespucci. Sin embargo, el comerciante turco le había asegurado con una sonrisa amable en la boca que era realmente hermosa la amante de Giuliano de Medici, y que toda dama florentina la envidiaría.
El entusiasmo que sentía Simonetta ante los halagos del señor Vespucci era insignificante. Giuliano había regresado de Ferrara y tenía la intención de visitar a su apasionada amante, aunque deploraba un tanto la falta de estilo de la misma. No podía soportar nada grotesco o carente de belleza en su entorno. Trataba de hallar la delicada belleza en todo. No había suficiente carne, pasteles, fruta y vino en la casa. Ella nunca pensaba en algo así. Esperaba que Giuliano le diera poca importancia.
El señor Vespucci se mostraba renuente en cuanto al valor de las joyas ofrecidas a Simonetta, así como la evidencia de los sonetos propios o de Angelo Poliziano. El encanto del día y la noche se cernían sobre ella. El señor Vespucci no se dejaba dominar por los celos. Sabía que un beso era la más alta caricia concedida por la gracilidad de un alma femenina. Era realista. Y tenía sentido del honor.
El señor Vespucci recordaba haber visto en la ciudad de Venus, en Portovenere, a la edad de quince años, a Simonetta, en la casa de sus parientes nobles empobrecidos. Su encanto lo cautivó. Pero tal vez estaba equivocado. Simonetta era todavía una niña tímida y asustada que llevaba una vida triste en un decadente palacio y en el verano en una casa rural cerca de Fiesole. Así languidecía su tenue y bella juventud, hasta que un día Giuliano atrajo su atención en la cúpula de Santa María del Fiore.
"

Hay un país hermoso de Adam Oehlenschläger



" Hay un país hermoso,
sus bellos bosques de hayas
crecen a la orilla del Báltico.
Ondea de valles a colinas,
su nombre es vieja Dinamarca,
y aquí aún mora Freya.
Aquí pasaron su vida tranquila
aquellos valientes campeones de armadura
reposando de la pelea.
Desde allí acometieron destruyendo al enemigo,
sus huesos ahora descansan
bajo los túmulos en las colinas.
Esta tierra aún es adorable,
pues azules son el Belt y el océano,
y verdes los bosques y las colinas.
Y nobles mujeres, hermosas doncellas,
hombres valientes e intrépidos mozos
habitan las islas danesas.
"

Un grupo de nobles damas de Thomas Hardy




" No hubo más palabras a continuación, pero, al oír que una puerta se abría y se cerraba en el piso de abajo, la muchacha se asomó de nuevo a la ventana.
Resonaron pisadas en la gravilla de la avenida y una figura enfundada en un gris apagado, en la que sin dificultad reconoció a su padre, se alejó de la casa. Tomó el camino de la izquierda, y la muchacha lo vio empequeñecerse mientras se perdía por la larga fachada oriental, hasta que dobló la esquina y desapareció. Seguramente iba a los establos.
Cerró la ventana y se acurrucó en la cama, donde lloró hasta quedarse dormida. Aquella niña, su única hija, Betty, amada con ambición por su madre y con incalculada pasión por su padre, a menudo sufría a causa de incidentes similares, pero era demasiado joven para que le preocupase demasiado, por su propio bien, que su madre la prometiese o no con el caballero en cuestión.
No era la primera vez que el hidalgo abandonaba la casa de esta manera, asegurando que jamás volvería, y siempre aparecía a la mañana siguiente. Esta vez, sin embargo, no iba a ser así. Al día siguiente se le comunicó a Betty que su padre había salido a caballo a primera hora de la mañana a su finca de Falls-Park, donde debía resolver algunos asuntos con su administrador, y no regresaría hasta pasados unos días.
Fall-Parks se encontraba a unas veinte millas de King´s Hintock Court y era a todas luces una residencia más modesta en una finca más modesta. Sin embargo, al verla esa mañana de febrero, el hidalgo Dornell pensó que había sido un idiota por marcharse de allí, aunque hubiera sido por la mayor heredera de Wessex. Su fachada de estilo paladiano, de la época de Carlos I, ostentaba por su simetría una dignidad que la heterogénea y enorme mansión de su esposa, con sus muchos tejados, no podía eclipsar. Se hallaba el ánimo del hidalgo afectado, y la penumbra que el frondoso bosque proyectaba sobre la escena no contribuía a aliviar el abatimiento de aquel hombre rubicundo, de cuarenta y ocho años, que montaba con fatiga su caballo castrado. La niña, su querida Betty; ésa era la causa de su tribulación. Era infeliz cerca de su mujer y era infeliz lejos de su hija; y era éste un dilema de difícil solución. Se entregaba por ello con prodigalidad a los placeres de la mesa, había llegado a convertirse en bebedor de tres botellas diarias y resultaba en la estimación de su esposa cada vez más difícil presentarlo ante sus refinados amigos de la ciudad.
Lo recibieron los dos o tres criados viejos que se ocupaban del solitario lugar, donde sólo unas pocas habitaciones estaban habitadas para el uso del hidalgo y sus amigos, que participaban en las partidas de caza; a lo largo de la mañana llegó de King´s Hintock su fiel servidor, Tupcombe, y el hidalgo se sintió mucho más cómodo. Pasados uno o dos días en soledad empezó a pensar que había sido un error instalarse en sus tierras. Al marcharse de King´s Hintock con tanto encono había echado a perder su mejor baza para contrarrestar la absurda idea de su mujer de otorgar la mano de su pobre Betty a un hombre al que apenas había visto. Tendría que haberse quedado para protegerla de un trato tan repugnante. Casi le parecía una desgracia que la muchacha fuese a heredar tanta riqueza. Eso la convertía en blanco de todos los aventureros del reino. ¡Cuánto mejores habrían sido sus perspectivas de felicidad si hubiera sito tan sólo la heredera de una sencilla propiedad como Falls!.
Su mujer estaba sin duda en lo cierto cuando insinuó que él tenía sus propios planes para la hija. El hijo de un difunto amigo muy querido, que vivía a poco más de una milla de donde el hidalgo se encontraba en ese momento, un joven un par de años mayor que su hija, era en opinión del padre la única persona en el mundo capaz de hacerla feliz. Pese a todo, en ningún momento se le pasó por la cabeza comunicar sus proyectos a ninguno de los dos jóvenes, con una precipitación tan indecente como la que había mostrado su mujer; no pensaba decir nada hasta pasados unos años. Los jóvenes ya se habían visto, y el hidalgo creyó detectar en el muchacho una ternura muy prometedora. Era grande la tentación de seguir el ejemplo de su mujer y anticipar la futura unión convocando allí a la pareja. La muchacha, aunque casadera según las costumbres de la época, era demasiado joven para enamorarse, pero el chico tenía ya quince años y manifestaba cierto interés por ella.
Mucho mejor que vigilarla en King´s Hintock, donde por fuerza se halaba demasiado influida por la madre, sería traer a la chica a Falls por algún tiempo, bajo su tutela exclusiva. Pero ¿cómo lograrlo sin recurrir a la fuerza? La única posibilidad era que su mujer, por mor de las apariencias, consintiera, como ya había hecho en otras ocasiones, que Betty fuera a visitar a su padre, en cuyo caso él hallaría el modo de retenerla hasta que Reynard, el pretendiente a quien su mujer deseaba favorecer, hubiese partido al extranjero, como se esperaba que hiciera la semana siguiente. El hidalgo Dornell resolvió regresar a King´s Hintock con esta intención. En el supuesto de recibir una negativa, estaba prácticamente resulto a coger a Betty y llevársela de allí. El viaje de vuelta, a despecho de sus vagas y quijotescas intenciones, lo realizó con ánimo mucho más ligero. Vería a Betty y conversaría con ella, y ya se vería después en qué quedaba su plan.
"

lunes, 7 de octubre de 2013

Vino de hadas de Percy Bysshe Shelley


Me embriagué de aquel vino de miel
del capullo lunar de zarzarrosa,
que recogen las hadas en copas de jacinto:
los lirones, murciélagos y topos
duermen entre los muros o en la hierba,
en el patio desierto y triste del castillo;
cuando el vino derraman en la tierra de estío
o en medio del rocío se elevan sus
vapores, de alegría se colman sus venturosos sueños y,
dormidos, murmuran su alborozo; pues pocas
son las hadas que llevan tan nuevos esos cálices.

domingo, 6 de octubre de 2013

Rosamunde Pilcher

"- La mejor manera de retener a alguien a quien se ama consiste en dejarle libertad. A las mujeres les cuesta comprenderlo. Hester nunca lo comprendió. ¿Qué me dices de ti?
- Estoy aprendiendo -. Contestó Emma.

-Es curioso, pero te creo."

Lazos profundos de Rosamunde Pilcher

jueves, 3 de octubre de 2013

Los recuerdos de David Foenkinos

Ivo Andric -Un mes de noviembre



" Un mes de noviembre la noche
brillante vierte luz en el
camino, borda el lienzo de la
felicidad en el tiempo del silencio,
graba el tiempo en el árbol desnudo,
y sin un propósito se va, sumiendo
al campo muerto en la amargura,
escuchando tristemente la rueda
que gira en la oscuridad de la duda
y la soledad del dolor.
"

Lecturas de Otoño....

miércoles, 2 de octubre de 2013

Discurso de Aceptación del Nobel de Selma Lagerlöf



Y aquí está el discurso de Selma:

“Hace unos días estaba sentada en el tren, iba a Estocolmo. Era temprano en la noche; había luz en mi compartimento, y afuera estaba oscuro. Mis compañeros pasajeros estaban durmiendo en sus rincones, y yo estaba silenciosa, escuchando el traqueteo del tren.
Y entonces comencé a pensar en todas las otras veces que he venido a Estocolmo. Usualmente fue para hacer algo difícil –pasar unos exámenes o encontrar un editor para mis manuscritos. Y ahora venía a recibir el premio de Literatura. Pensé que sería difícil.
A lo largo de este otoño he vivido en mi casa de Vármland completamente sola, y ahora debo caminar en la presencia de muchas personas. Ya era tímida para el ajetreo de la vida por el retiro y el pensamiento de tener que enfrentar el mundo me daba ansiedad.
Sin embargo, dentro de mí, estaba un maravilloso gozo de recibir este premio, y traté de quitar mi ansiedad pensando en aquellos que se regocijarían conmigo de mi buena fortuna. Estaban mis buenos amigos, mis hermanos y hermanas, y primero y más importante, mi vieja madre quien, sentada en la casa, estaba feliz de haber vivido para ver este día.
Pero entonces pensé en mi padre y sentí una honda pena de que ha muerto, y que no podría ir a contarle que he ganado el Premio Nobel. Sé que nadie más habría estado tan contento como él de recibir esta noticia. Nunca he conocido a alguien cuyo amor y respeto por la palabra escrita y sus creadores, y me habría encantado que supiera que la Academia Sueca me había otorgado el Premio. Si, fue una pena profunda que no pudiera contárselo.
Cualquiera que haya viajado en tren mientras se mueve a través de la oscura noche sabe que algunas veces hay minutos largos cuando los carros se deslizan sin mucho brinco. Todo el bullicio desaparece y el sonido de las ruedas se convierte en una melodía reconfortante, pacífica. Los carros no parecen correr sobre los rieles y durmientes sino que se deslizan hacia el espacio. Bueno, así es como yo estaba sentada sin nada que hacer y pensaba en lo mucho que me gustaría ver a mi padre de nuevo. El movimiento del tren era tan ligero y silencioso que difícilmente podía imaginarme que estaba aquí en la tierra. Así comencé a soñar despierta: “Sólo piensa, ¡si yo fuera a encontrarme con mi padre en el paraíso! He escuchado que tales cosas le han sucedido a otros ¿por qué no a mí?” El tren siguió deslizándose pero aún tenía un largo trecho que recorrer, y mis pensamientos se le adelantaba. Mi padre ciertamente estaría sentado en una mecedora en un pasillo, con un jardín cubierto de luz de sol y flores, y pájaros en frente de él. Estaría leyendo “Fritjofs Saga”, por supuesto, pero cuando me viera dejaría el libro, se pondría los lentes en la frente y se levantaría para caminar hacia mí. Diría “Buen día, hija, estoy muy contento de verte” o “Oh, estás aquí, y ¿cómo estás hija?”, tal como hacía siempre.

martes, 1 de octubre de 2013

El Café Gijón de Madrid (Café Literario 1888)




El Café Gijón (Denominado también Gran Café de Gijón) es un café madrileño fundado el 15 de mayo del año 1888 (situado en la calle de Paseo de Recoletos 21) por un asturiano afincado en la capital llamado Gumersindo Gómez** (otras fuentes le mencionan como Gunmersindo García). El Café, a pesar de sus modestos comienzos a finales del siglo XIX, pronto se convirtió tras la guerra civil española, en un famoso lugar de tertulia literaria y reunión de intelectuales y artistas de la época del régimen de Franco, y la Transición Española.

En el local se celebra cada año el premio literario que lleva su nombre, al cumplir su centenario a finales del siglo XX queda como testigo de una época de florecimiento de cafés de tertulia en Madrid. Se trata de uno de los pocos cafés de tertulia (junto con otros como el Café Comercial) sobrevivientes en el Madrid de comienzos del siglo XXI.