martes, 7 de octubre de 2014

Svenja Leibe (Los tres violines de Ruven Preuk) : “Culturalmente, Alemania aún no se ha recuperado del holocausto”


-¿De dónde viene la historia de Ruven y sus tres violines?
-Yo crecí en un pueblo cerca de Hamburgo, y allí uno de los granjeros tenía tres violines, uno de los cuales, decía, tenía un valor incalculable. El problema es que nunca supo cuál de todos era el violín valioso. Partiendo de ahí quise hacer una analogía con la historia de Orfeo a partir de la relación del mito con la muerte. Esa era, en resumen, la historia que yo quería contar, una historia que, debido a las andanzas de los violines, tenía que estar atravesada por el siglo XX alemán. Me alegro de haber escrito un libro que habla de la historia de mi país justo en un momento en que percibo cierto hartazgo de los alemanes con respecto a ella.

-¿A qué cree que se debe ese hartazgo?
-Es como si muchos alemanes hubiesen llegado a una especie de límite. No desean seguir escuchando lo que ocurrió. Por otro lado, hoy hay cierta tendencia a decir: “Bien, hicimos lo que hicimos, nuestro país hizo lo que hizo, pero yo estoy orgulloso de ser alemán. Ya sabe: los alemanes somos los mejores”. Pero, a mi modo de ver, eso es incompatible con una visión crítica de la historia. Continuamente, los medios nos dicen que somos los mejores jugando al fútbol, que a nivel político encabezamos Europa y que somos una potencia económica. Muy bien, pero ¿vamos a olvidar a dónde nos llevó la retórica de los vencedores? La victoria genera derrotados y Alemania, teniendo en cuenta su pasado, no se puede permitir esa mentalidad.

-Dice que los alemanes están cansados de su historia, pero el año pasado una serie de televisión, Hijos del Tercer Reich (Unsere Mütter, unsere Väter), fue el mayor éxito de audiencia en Alemania en los últimos años.
-Es interesante que mencione esa serie, porque para muchos ha sido la gota que ha colmado el vaso. Mi opinión es que es horrible. Es una serie llena de clichés, tópica, sentimental en el peor sentido, con esa música que te dice cuando tienes que reír, cuándo tienes que emocionarte, etc. Es una visión romántica, y por lo tanto adulterada, del periodo más crudo del siglo XX. Por ahí no puede ir nuestra manera de afrontar el pasado.

-También usted se refiere, al final del libro, al llamado milagro alemán tras la devastación de la Segunda Guerra Mundial. Al leerlo da la sensación de que se hizo de algún modo la luz.
-La verdad es que no estoy demasiado convencida de que se hiciera la luz. En realidad, el milagro alemán no fue tal. Es cierto que en poco tiempo se levantó un país nuevo, y en el plano económico puede parecer que las cosas van bien, pero eso no quiere decir que se levantara un país mejor.

-¿Por dónde tiene margen de mejora Alemania? ¿A qué se refiere cuando dice que no es un país mejor?
-Me refiero a lo que quedó de la guerra. Desde entonces, hay un vacío gigantesco en Alemania que a día de hoy no se ha llenado: no nos hemos recuperado en absoluto a nivel cultural. El exterminio de toda la élite judía fue trágico para la historia cultural de Alemania. Es cierto que se ha mejorado, pero aún queda mucho camino. Es curioso, porque hoy son precisamente los emigrantes del este, de procedencia en su mayoría judía, quienes están haciendo que Alemania recupere, muy poco a poco, parte del brillo del pasado.

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