jueves, 11 de julio de 2013

Karen Blixen, El festin de Babette

Escritora danesa, nacida en Rungsted. Su auténtico nombre era baronesa Karen Christence Blixen-Finecke y usó vario seudónimos literarios, entre ellos Isak Dinesen, ya que Dinesen era su apellido de soltera. Estudió pintura en varias ciudades de Europa y en 1914 se casó con su primo, el barón Bror Blixen-Finecke, en las colonias inglesas de África oriental (en la actualidad Kenia), donde sacaron adelante una plantación de café. Aunque se divorciaron en 1921, la escritora permaneció en África hasta 1931, año en que regresó a Dinamarca. Su primer libro de narraciones, Siete cuentos góticos (1934), se adentraba, con una prosa sutil y elegante, en el terreno de lo sobrenatural, una constante en su obra. Memorias de Africa (1937), en cambio, narra con emoción y nostalgia sus vivencias en Kenia, los éxitos y fracasos de su plantación, y su tristeza al abandonar el sencillo estilo de vida africano que tanto admiró, elementos todos ellos que continúan presentes en la película Memorias de África, basada en varios de sus cuentos. Su única novela, Los vengadores angélicos (1944), fue publicada bajo el seudónimo Pierre Andrézel y en ella se describen de un modo alegórico los sufrimientos de Dinamarca durante la ocupación alemana en la II Guerra Mundial. Entre los últimos trabajos de Karen Blixen se encuentran Cuentos de invierno (1942), otro conjunto de historias acerca de lo sobrenatural, y Sombras en la hierba (1960), pequeños textos descriptivos de la vida en África. La autora misma escribió las versiones inglesas de todas sus obras.

Karen Blixen El festín de Babette (fragmento)

" Pero la verdadera razón de la presencia de Babette en la casa de las dos hermanas hay que buscarla más atrás en el tiempo, y más profundamente en el dominio de los corazones humanos. De jóvenes, Martine y Philippa habían sido extraordinariamente bonitas, con esa belleza casi sobrenatural de los frutales en flor o de las nieves perpetuas. Jamás se las vio en bailes y fiestas; pero la gente se volvía a mirarlas cuando pasaban por la calle, y los chicos de Berlevaag iban a la iglesia a verlas deambular por la nave. La más joven tenía también una voz preciosa con la que, los domingos, llenaba la iglesia de dulzura. Para la congregación del deán, el amor terreno, y con él el matrimonio, era asunto trivial, mera ilusión; sin embargo, es posible que más de uno de aquellos Hermanos mayores apreciase a las jóvenes hermanas mucho más que a los rubíes, y se lo hubiese sugerido así a su vocación, sus hijas eran para él como la mano derecha y la mano izquierda. ¿Quién querría privarle de ellas? Y así, las preciosas jóvenes fueron educadas en un ideal de amor celestial; estaban totalmente imbuidas de él, y no se dejaban rozar por las llamas de este mundo. "

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